martes, 14 de enero de 2014

PENSAMIENTO QUINTO
Hoy he sido ignorado, rechazado e insultado. Esto podría haber fastidiado mi día. Y de hecho me ha llenado de ira un par de horas, en las que he escrito los primeros parrafos de esta entrada. Pero después he hablado con otras personas. Personas positivas, personas que no intentan dañar a los demás, que siempre ayudan a quien lo necesita, que logran animar a la gente con unas palabras amables.
 He esperado durante largo rato a los compañeros que había creído amigos. Cuando, harto de esperar, decidí buscarlos. Y cuando los hallé, vi algo que debería haberme frenado: habían ocupado todos los asientos. Era obvio que no esperaban a nadie más. Pero inasequible al desaliento, me he sentado en un hueco. Traté de hacer un chiste, que fue terriblemente desastroso incomprensible para aquellos que no hubiesen visto determinado eipisodio de un programa humorístico.
Una vez hecho acto de presencia, su conversación desapareció, y se instaló un silencio tan incómodo que me vi obligado a irme. Mi ánimo se fue abajo. Nadie me había avisado, nadie se había alegrado de verme. Y a buen seguro que se sintieron aliviados por mi partida.
Pero aún no estaba enfadado. Ciertamente, me había entristecido, había asomado mi sempiterna frustración. Pero mientras volvía, la cabeza gacha y el rabo entre las piernas, aparecierón mis burladores, y comenzaron a mofarse de mí, a llamarme con nombres ignominiosos. Y mi frustración creció, y la pena se trocó en enfado. Sumergido en el silencio, llegué hasta el Centro. 
Hubo quién me saludó, afectuoso, pero yo, sumido en mi rabia, contesté fríamente. 
Alguien me gastó una broma. 
Y así me puse a emborronar una hoja en la que vertí la ira y la frustración que mi contradictoria naturaleza social y antisocial me genera.
En ese momento, me parecía agradable poder liberarse de los sentimientos, que en verdad nos hacen más débiles, vulnerables no sólo a los ataques exteriores, si no a las meras opiniones de los demás.

Cuando trancribo y modifico estas líneas surgidas del odio y la rabia, reconozco mi extremismo. Porque después también puede hablar uno con gente maravillosa  gente que como ya he dicho, te ayuda, es agradable, y compensa todos los daños que producen esos individuos que sólo saben hacer el mal.

Un saludo para esa gente que es capaz de hacer más feliz al mundo. 
Porque vosotros sois el lado brillante de la vida.

jueves, 9 de enero de 2014

PENSAMIENTO CUARTO

Acabo de salir de mi Instituto. En este momento, me encamino de vuelta a casa tras un día en el que, de nuevo, un coro de zopencos se ha dedicado a mofarse de mi persona. Y francamente, yo ya estoy harto de esta situación. Estoy completamente harto de tener que aguantar burlas, motes estúpidos que sólo sirven para hacerme mala sangre. Que lo único que logran es reprimir mis buenos sentimientos. Que me hacen ser más retraído y solitario a cada día.
En realidad tengo poco que decir. Es simplemente un hartazgo profundo, un odio visceral hacia los causantes de lo que se está convirtiendo en una pesada losa que pesa sobre mi alma. 
Quizás haya quien vea en esta entrada, en este pensamiento, una patochada más de ese individuo excéntrico, que es casi un bufón. Un truco para llamar la atención. Se equivoca de cabo a rabo. Esto es un desahogo, una manera de intentar canalizar la rabia y la frustración que voy acumulando día a día. Es una manera de sacar esos sentimientos que parecen pudrirse en el interior de uno mismo.
Creo que ya he cumplido mi objetivo. Un saludo a todos los que lean estas líneas.